A los adultos les gustan los números. Cuando uno les habla de un nuevo amigo, nunca preguntan sobre lo esencial. Nunca te dicen: "Cómo es el sonido de su voz ? Cuáles son los juegos que prefiere ? Colecciona mariposas ?" Te preguntan: "Qué edad tiene ? Cuántos hermanos tiene ? Cuánto pesa ? Cuánto gana su padre ?" Sólo entonces creen conocerlo. Si uno dice a los adultos: "Vi una bella casa de ladrillos rosas, con geranios en las ventanas y palomas en el techo..." no logran imaginársela. Hay que decirles: "Vi una casa de cien mil francos." Entonces exclaman: "Qué bonita !"
Así, si uno les dice: "La prueba de que el principito existió es que era encantador, que reía y que quería un cordero. Cuando se quiere un cordero, es prueba de que se existe", alzarán los hombros y te tratarán como a un niño ! Pero si uno les dice: "El planeta del que venía es el asteroide B 612", entonces quedarán convencidos y no molestarán más con sus preguntas. Son así, no hay que disgustarse con ellos. Los niños deben ser muy indulgentes con los adultos.
Pero, claro está, nosotros que comprendemos la vida nos burlamos de los números ! Me hubiera gustado comenzar esta historia a la manera de los cuentos de hadas. Me hubiera gustado decir:
Había una vez un principito que vivía en un planeta apenas más grande que él, y que necesitaba un amigo... Para quienes comprenden la vida, habría resultado mucho más cierto.
"Le petit Prince" Cap. 4
Estoy tan acostumbrada a vivir entre niños que igual es por eso por lo que no me gusta, tanto como a otros, la Navidad. Con los niños se aprende que a los adultos nos preocupan demasiado los números y una Navidad con números nunca vuelve a ser igual que aquella otra de cuando fuimos niños. Aún así, felices fiestas, feliz descanso, larga vida, amor, paz y que el 2010 llegue cargado de preguntas de niños que nos ayuden a comprender la vida un poco más.