Porque a veces se cruzan dos ríos
en las noches de diciembre.
Porque no sé de dónde has salido,
toda una vida
sin verte;
pide cena para dos.
Fui a donde se envían los desvíos
decidido a probar suerte.
Porque cuando se juntan
dos ríos
se hace fuerte la corriente;
te vas, hasta luego, y yo...
Vivo y por eso
me tumbo en las piedras
mirándote hasta el mediodía,
si me acompañas no tengo
(por eso)
ni hambre, ni frío,
ni miedo, ni sueño.
Tira y, por eso, tumbada en la hierba,
mirándome hasta el mediodía,
no tengas si estoy contigo
ni hambre, ni frío
ni miedo, ni sueño.
Kántamelade que el camino
pasa por torre,
la de que en el salón
había velas para ver,
can´t amé la delira
Kántamelade
tal vez
Kántamelade passión
que estuve bailando ayer
yendo hacia tu habitación.
Vivo y por eso...
Kántamelade que el camino
pasó por Londres,
kántame la del pescador,
galile-ogalibé.
Kánta la de las minas,
duermo viendo la
nieve.
Kántamelade passión
que estuve bailando ayer
debajo del edredón.
Vivo y por eso...
LAGARTO AMARILLO
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Recuerdo que un viejo profesor nos decía que para que una película, un libro o una canción entusiasmara, teníamos que creérnosla y, para ello, nada mejor que, al crearla, se la hubiera creído el autor. "Yo, si a un cantante no se la hinchan las venas del cuello al cantar, no me lo creo" -ponía como ejemplo.
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Supongo que tenía razón. Hay mucha gente que se quiere dedicar a la música pero, probablemente, un pequeño porcentaje de ellos son músicos. Para ser músico no sólo hay que tener arte y duende, también hay que ponerle pasión y, sobre todo, creerse lo que uno canta, como decía el viejo profesor.
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Por eso, Lagarto amarillo es un grupo de grandes músicos. Lo pueden comprobar el próximo viernes, 21 de diciembre, en el teatro MIRA de Pozuelo de Alarcón (Madrid).