Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la Alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
J. Sabina
- Buenas noches, Irina, se termina tu tiempo. Debes decidir ya si te quedas en el número siete o te vienes con nosotros.
- "Nosotros" ¿quiénes sois?
- Nosotros somos tus guías ¿lo recuerdas? Hace mucho nos avisaste y acudimos en tu ayuda pero a la hora de la verdad nos pediste tiempo para hacer las maletas.
- Ya recuerdo, os hice algunas preguntas que no supisteis o no quisisteis responder, me encaminabais hacia un futuro incierto... tenía que llegar hasta él cruzando un oscuro bosque lleno de raíces y maleza. Lo intenté pero no llegué, dejasteis que cayera sin levantarme.
- Todos los futuros son inciertos. El futuro sólo es un tiempo verbal que utilizamos para hablar de algo que aún no ha llegado, es más, no existe porque si tenemos la suerte de presenciarlo, de inmediato, se transforma en presente. Y éste es aquel futuro transformado o presente, llámalo como quieras. En cuanto al bosque, lo soñaste. Soñar bosques enmarañados es uno de los miedos infantiles más comunes que sirve como excusa para no hacer algo. Y ahora, ¿tienes preparado el equipaje?
- Deberíais ser más explícitos, más naturales, menos enigmáticos. Sigo con las mismas dudas. ¿A dónde vamos?
- Querrás decir que sigues con los mismos miedos, sigues dejando escapar trenes, sigues silbando.
- Tampoco es que me hayáis ayudado mucho a vencerlos ¿no es cierto? Desde aquel pasado hasta hoy ¿dónde habéis estado?
- Presenciando como te refugiabas en la chimenea, en invierno, en el aire acondicionado, en verano y en el bienestar de los otros, en todas las estaciones. Así, el bienestar tuyo se ha escapado
- ¿Cuánto tiempo tardaría en alcanzarlo?
- Lo que tardes en preparar las maletas. ¿Nos vamos?
- En realidad, sólo estaba esperando a que vinierais a buscarme ¡Nos vamos!