De " El Libro de las horas"
Rainer María Rilke
Tal vez porque los humanos nos comportamos como ellos, me fascinan estos encantadores artefactos. Los que no vuelven fueron inventados para la caza o para la guerra. Los que regresan traen consigo el recuerdo del camino andado. No sólo al andar se hace camino, también se hace camino recordando. Y no se debe siempre culpar al viento, de quien los lanza depende que giren sobre su propio eje, la tayectoria que sigan, la precisión del retorno, el numero de "atrapadas" y la elegancia al atraparlos.
Fueron creados hace miles de años, usados en todos los continentes, incluso en la tumba de Tutankhamon han sido encontrados, y aún siguen sorprendiendo. El pasado marzo, un astronauta japonés comprobó en un experimento realizado en la Estación Espacial Internacional que también vuelven a la mano del lanzador en gravedad cero, aunque el experimento no fue válido por ser realizado dentro de la nave, y por tratarse del segundo intento ya que hace algunos años hubo otro similar en la estación MIR. Pero a ver quién se atreve a lanzarlos en el espacio..
Esta es sólo una prueba de que, aunque nos pensamos grandes, somos tan insignificantes como esos pequeños aparatos. No obstante creo que, para conseguir buenas trayectorias en los vuelos de cada día y hasta cerrar el último círculo, hay que seguir trabajando.