domingo, 19 de abril de 2009

La quinta del álbum

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"Todo en una noche de ratones", la quinta canción del álbum de Genesis "Viento y borrasca", que fue otra de las que pasó bastante desapercibida a la crítica y que, sin embargo, a mí me encanta.

Está contada, dejando a un lado la temática de ciencia ficción, como si se tratara de la fantasía de un cuento para niños en la que un ratón sale, cierta noche, de su escondite siendo avistado por el gato de la casa que le persigue hasta que el roedor alcanza a sacudirle en la cabeza con un tarro y el minino tiene que salvar su honor, ante tal circunstancia, diciendo que el ratoncillo era enoooorme. Realmente una historia muy humana que no sé por qué me ha dado a mí por enlazar, esta tarde de domingo, que me cae como una losa, con el comienzo de uno de los relatos de Juan José Millás: "Las palabras de ella" de su libro: "Los objetos nos llaman":

Había discutido otras veces con su marido, pero siempre se quedaba con las ganas de decirle lo que pensaba de él o de mandarle al cuerno. Después de cada una de sus peleas, se arrepentía de no haber hecho acopio de valor para coger la puerta y marcharse de casa. En su fantasía, sin embargo, no dejaba de hacerlo.

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Pero la distancia entre la fantasía y la realidad era excesiva para decidirse a dar el salto. Al final le dejaba hablando solo y se metía en la cama poseída por una rabia que, con suerte, se diluía en el sueño.

Aquel día ocurrió algo dentro en su cabeza porque cuando llevaban media hora peleando y al comprender ella que no se trataba de una discusión de trámite, sino de una manifestación de poder por parte de él, abrió la boca y misteriosamente salió la frase que tantas veces había pronunciado en su fantasía.

- ¿Sabes que te digo? Que me voy.

Cogió el abrigo con una expresión idéntica a la imaginada, se lo puso con los mismos movimientos y dio el mismo número de pasos que había dado tantas veces dentro de su cabeza...... Entonces se detuvo y comprendió que no tenía adónde ir. En su fantasía siempre se había detenido en el momento de dar el portazo y llamar al ascensor. Carecía de entrenamiento para llegar más lejos.

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Tal vez sea un error tratar de unir las dos historias. La primera habría resultado mejor si ningún gato hubiera estado al acecho, la segunda saldría mejor parada en el supuesto de que alguien esperara. Pero así suelen ser las cosas en el mundo de fantasía y en la vida diaria, como la merienda de locos del cuento de Alicia que aparece ilustrada por la colorista Bakanekonei y que a mí me encanta. Además en el dibujo a Alicia, a pesar del susto, se la ve muy mejorada.



No sé si es todo el mes de abril el que me pesa o si sólo tiene algo que ver con una tarde de domingo tediosa y lenta.

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