El ratoncito había trabajado sin tregua y decidió salir, justo después de comer, a dar un largo paseo sin rumbo fijo. La tarde era azul y radiante, el viento soplaba suavecito.
Andrés caminaba despacio, silbando, con sus manitas en los bolsillos. Se alejaba mucho de su casa pero no le importaba demasiado: ¡Era primavera!, le sobraba tiempo, el cielo estaba despejado y el bosque era muy bonito. En el camino encontró centenares de árboles de muchísimos nombres llenitos de brotes nuevos, pájaros de todos los trinos y flores de mil colores.
"De repente se detuvo sorprendido. Y se preguntó qué podía ser aquella cosa pequeña y húmeda que acababa de caer sobre su oreja izquierda".
De haber hecho mal tiempo, hubiera creído que se trataba de una gota de lluvia pero no podía ser, en el cielo no había ninguna nube.
"No había dado tres pasos cuando volvió a detenerse. ¿Qué sería aquello pequeño y húmedo que había ido a dar sobre su oreja derecha?"
El Sol no tardó en ocultarse entre nubarrones oscuros y espesos , un rayo dibujó un garabato en el cielo y, aún lo peor, llegó acompañado de varios amigos. Muchas gotas pequeñas y húmedas empaparon al ratoncillo que, estando lejos de su casa, tuvo que buscar un refugio, corriendo, dejando de silbar y sacando las manos de los bolsillos.
Por fin, encontró una cueva más oscura que la noche. La recorrió como los sonámbulos, con los brazos extendidos, hasta encontrar un lugar donde poder sentarse esperando que amainara.
"Aaag, aaag, aaa,, aaag." - Escuchó.
Alguien respiraba demasiado fuerte y demasiado cerca. Pensando que podía ser un gato, se le aceleró el corazón y sintió mucho miedo.
"Mira que si ahora alarga sus patas y me apresa..."
"Mira que si aprieta mi pobre cuello con sus grandes garras..."
"Mira que si luego me quiere comer y abre su gran boca y me clava sus enormes colmillos."
Sintió que algo se movía cerca, muy cerca, y ahogó un grito pensando que sería mejor permanecer quietecito para no ser descubierto. Pero se puso nervioso al seguir escuchando:
"Aaag, aaag. "
No pudo más y puso en marcha una idea: fingir una voz seca y grave para tratar de ser confundido con un enorme y peligroso gato.
- "¿Quién anda ahí? - preguntó."
Pero su voz, en la cueva, sonó tan aguda y tan fina como de de cualquier ratoncito.
- " Soy yo, Ratona Andrea -le respondió una voz tan delgada como la hebra de un hilo."
Caminaron el uno hacia el otro, hasta encontrarse, con los brazos extendidos. Se contaron que ambos habían sentido miedo al haber creído que quien estaba cerca era un gato tremendo. Se cogieron de la mano porque a veces les asustaban las tormentas, y esa era una de las veces. Como darse la mano no fue suficiente para hacer desaparecer todo el susto, unos brazos envolvieron los otros y, esperando que la lluvia cesara, empezaron a cantar:
"Que llueva, que llueva
la virgen de la cueva..."
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Hasta aquí un resumen-reseña de casi los tres primeros capítulos de "Andrea y Andrés" de Concha López Narváez. Un libro que despierta los valores de la amistad, el respeto y la tolerancia, tres asignaturas que, aún, continúan suspensas.
Mucho mejor leerlo entero ya que nada sabemos sobre cómo son , en realidad, Andrés y Andrea. La cueva estaba tan oscura que ni ellos mismos lo supieron hasta que pudieron salir de ella y no todos los miedos se fueron con la tormenta. O... tal vez ¿no importa cómo sean?
1 comentario:
A veces resulta extraño lo mucho que puede aprender un adulto de un relato infantil...
Hace poco leí Alicia en el país de las maravillas y tuve exactamente esa sensación.
Un saludo.
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