sábado, 6 de diciembre de 2008

Diciembre, jardín de invierno

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Llega el invierno. Espléndido dictado me dan las lentas hojas vestidas de silencio y amarillo.

Soy un libro de nieve, una espaciosa mano, una pradera, un círculo que espera, pertenezco a la tierra y a su invierno.

Creció el rumor del mundo en el follaje, ardió después el trigo constelado por flores rojas como quemaduras, luego llegó el otoño a establecer la escritura del vino: todo pasó, fue cielo pasajero la copa del estío, y se apagó la nube navegante.

Yo esperé en el balcón tan enlutado, como ayer con las yedras de mi infancia, que la tierra extendiera sus alas en mi amor deshabitado.

Yo supe que la rosa caería y el hueso del durazno transitorio volvería a dormir y a germinar: y me embriagué con la copa del aire hasta que todo el mar se hizo nocturno y el arrebol se convirtió en ceniza.

La tierra vive ahora tranquilizando su interrogatorio, extendida la piel de su silencio.

Yo vuelvo a ser ahora el taciturno que llegó de lejos envuelto en lluvia fría y en campanas: debo a la muerte pura de la tierra la voluntad de mis germinaciones.

"Jardín de Invierno" Rubén Darío

Cada año cuando se encienden las luces de la Navidad, los turrones y las postales me pongo a temblar. Pronto se irá otro año que, con toda la impotencia al no poder cambiarlo, para mí no fue bueno. Varios puntos de referencia se marcharon para no volver jamás y, en estos días más que nunca, les echo de menos.

Vivas, en el recuerdo, quedaron aquellas otras Navidades en las que ni vislumbraba el atisbo de la tristeza que sentían, podría asegurarlo, aquellos que me rodeaban. Por ellos, y por los que me llegaron más tarde, voy a intentar, aunque tenga que hacerlo agarrada a mi mantita, que quienes ahora me rodean puedan tener, un día en el recuerdo, las suyas propias tan felices como lo fueron las mías.

Por eso, cuando todo termina, cincelaré dentro de mí aquellos versos que escribió Miguel Hernández:

Lo que haya de venir, aquí lo espero

cultivando el romero y la pobreza.

Aquí de nuevo empieza

el orden, se reanuda

el reposo, por yerros alterado,

mi vida humilde, y por humilde, muda.

Y Dios dirá, que está siempre callado.

¡FELICES RECUERDOS!

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