Es casi idéntica a la de la fotografía y se llama Wilma. Se le puso el nombre en honor al porte y vestidito blanco de Vilma Picapiedra. Pasó su primer año en un pequeño apartamento del centro de Madrid en compañía de una amiga de mi hermano y de tres gatitas. Su dueña, pintora y pionera del diseño por ordenador, nos la "prestó" para que cuidáramos de ella durante el verano del 97 que se fue a NY. Los últimos once años los ha pasado en una casa de campo con mis padres. Tuvimos que quedárnosla porque su dueña, que hoy vive en Houston, se enamoró de NY, encontró un buen trabajo allí y no regresó.Tiene ahora doce años de vida de perro, que según estadísticas corresponden a sesenta y cuatro de vida humana. Supimos que se hacía mayor cuando encontró dificultad al subirse a la banqueta de la terraza para curiosear la calle y cuando nos dimos cuenta de que su oído ya no era tan fino, lo demás no cambió.
Puede que, quienes no hayan convivido habitualmente con un animal, no lo comprendan pero Wilma nos ha regalado muchísimas alegrías, sonrisas, cuidados y desvelos; nos ha levantado el ánimo en multitud de ocasiones; con sus ladridos ha parado discusiones tontas y no se ha movido de nuestro lado cuando hemos enfermado. Se pone triste, se enfada y se esconde cuando nos ve hacer maletas; odia el sonido de los móviles porque sabe que hay alguien al otro lado que no está con ella; nos despierta cuando sospecha que se nos han quedado pegadas las sábanas; pide permiso para acompañarnos cada vez que salimos y, cuando regresamos, nos da bienvenidas dicharacheras y saltarinas.
Le encanta el jardín, puede pasarse horas espiando un rincón o una piedra en la que se ha escondido una lagartija o un ratoncillo. Además es muy coqueta, se lava las patitas lamiéndose como los gatos y cuando se la peina nos busca para que le digamos lo bonita que está.
Sabíamos que se estaba envejeciendo, y esperando que fuera a morir viejecita, nunca sospechamos que fuera a tener una enfermedad humana. Mañana le quitan los puntos de una operación de cáncer de mama. En fin, sé que puede parecer ridículo, es una perra (no sé si ella lo sabe) pero el día que se vaya la echaremos de menos, tanto como ella nos echa de menos a nosotros cuando no nos ve.
martes, 10 de junio de 2008
Crónica de una convivencia
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3 comentarios:
Qué penica, la Wilma.
(Me refiero, que la cambiaran por NYC)
:S
OLI I7O
peqyszp
Ains, que bonito. Los perritos como los Terrier siempre los vi adorables, con esa naricilla mas mona...
Tengo un conocido, que tiene una perra como ésa también. La odia, cuando va a pasar por un sitio la aparta con la pierna, algo así como un patada, y sólo le grita. Y es consciente, de que la perra tiene 12 años...
Ains. Que se mejore tu Vilma.
(Ultimamente, va la cosa de enfermos, no?)
Un besazo guapa. Y te quiero ver animada, eh?
Vida.
La pintora es muy maja, una géminis de culo inquieto, lloró cuando la dejo aquí(tú sabrás que tiene NY) y Wilma ganó libertad en el pueblo.
Ahora la veo por el myspace,(a la pintora)pinta pajaritos, un día pondré un cuadro suyo en el blog, je,jjee..
¿¡Señales!?
Niñaaaaaaaaaaaaaaaa, hoy te he puesto un reloj para que mates el tiempo, que no todo van a ser enfermedades, je,jje...
Abrazos.
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