miércoles, 18 de junio de 2008

¿Qué le dicen mis zapatos, señor Freud?


"Zapatos rojos" J. Pérez Prada

Los zapatos masculinos, sobre todo cuanto más fuertes y robustos son, simbolizan la protección del pene. Los femeninos, especialmente si son puntiagudos y con tacón de aguja, representan un medio para vencer la angustia de la castración. Sigmund Freud.

Desde está más feliz que un niño con zapatos nuevos hasta colgó sus tenis, pasando por el baile de Las zapatillas rojas de Andersen y los zapatitos igualmente rojos de Dorothy en El mago de Oz, son muchas las frases que hablan de zapatos. ¿Qué le dicen a usted los míos señor Freud?

Verá, de niña me encantaba que me compraran zapatos nuevos, también, meterme en los de tacón de mi madre o, en caso de no encontrarlos, pegar dos piedrecitas en el tacón de los míos para recorrer la casa entera taconeando. Más tarde me dijeron que los zapatos hablan de la persona que los lleva, que hay zapatos para cada ocasión y que debía llevarlos muy limpios porque unos zapatos limpios son como una cara sonriente. Y soñé, soñé muchas veces, con caras sonrientes de niños y de niñas, de hombres y mujeres pero nunca soñé con zapatos.

Ahora, de grande, confieso que se me van los ojos hacia los escaparates de las zapaterías y, aunque suelo llevar zapatos cómodos, alguna vez, cuando la ocasión lo requiere, me compro algún par de los puntiagudos. Al calzarlos, más que experimentar la angustia de no haber nacido entera, me siento, de nuevo, como la niña inestable que presumía en el interior de los zapatos maternos. Claro que, tuve suerte de que me enseñaran que somos lo que caminamos hasta el día que nos llegue la hora de colgar los tenis y que, por el hecho de haber nacido mujer, ni soy más ni soy menos que los que llevan zapatos fuertes y robustos para proteger que nacieron completos.

Esta mañana escuché la conversación de dos varones oficinistas criticando la actitud de una compañera de trabajo, decían que estaba histérica y menopaúsica. Mire, yo pensaba que los mitos de la histeria femenina, los cambios de humor menstruales y las depresiones postparto eran cosa de la época de usted. Por eso, al llegar a casa, me calcé unos tacones bien altos y taconeé.De todos modos, trataré de evitar tener que pasar por el diván de algún psicoanalista no siendo que le dé por observar mis zapatos mientras mira su reloj para ver si la sesión de terapia ha terminado.

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