Helado o no, cada día, debía atravesarlo para ir al colegio y para volver. Muchas veces en él me encontraba con el señor que regalaba sonrisas diciendo: " ¿Dónde va la condesita tan de mañana?", cada vez, algo diferente ( aunque similar a aquel " ¡Buenos días princesa!" de La vida es bella) que hacía cambiar el vértigo que daba el puente por la carcajada.
¿Cómo no van a gustarme los puentes?
Aquellos eran tiempos de ayer, en los que las personas mayores y los niños sabían ser cómplices regalándose sonrisas mutuamente. Hoy, puede que, los niños sólo se encuentren, sobre el puente, con el hombre de las máquinas y, quizá, las pocas sonrisas que regala, mañana no las recuerden.
También a él le llegó el progreso. Un buen alcalde lo sustituyó por otro de hormigón muy seguro, con barandilla blanca y verde,que no se hiela en invierno y no conoce la nieve.
No sé si todo fueron ventajas.
(AYER de Mario Benedetti fue el poema que me recordó el título.)
(La foto es del auténtico Pont des Arts de París con la Maga ;))
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