Sus almas son hoy
dos almas rojas
y es su corazón
el que está verde.
"Árbol rojo" Gazpacho.
Sin haber amanecido aún, el timbre del despertador alerta a María. Se topa con ella misma, se hace un lío, está cansada, no le apetece levantarse. Ha pasado la noche entera caminando, ciega y sorda, nunca muda, por el parque al encuentro de su arce. Desde lejos ha observado como un viento triunfante le hace perder las hojas, no obstante la alfombra roja que abriga sus raíces es hermosa, incluso así, no se ha atrevido a aproximarse. Él, como cada martes que ella lo intenta, continúa distante.
Desperezándose toma una ducha fría, rápida y reconfortante; prepara un café amargo y fuerte para el desayuno; enciende el ruido de la televisión, que anuncia tiempo frío e inestable y montones de desastres, como acompañante. Mientras, piensa en cuánto le apetecería quedarse durmiendo hasta más tarde y recuerda la noche vivida, ciega y sorda como ella, que no consiguió acercarle a su arce.
De camino al trabajo su cabeza va llena de preguntas e imágenes. ¿Quién dijo que la esperanza se pinta de verde? La suya fue roja con forma de arce. ¿Quién, que no oyen los sordos? Ella escuchó violines en el parque. ¿Quién, que se sueña en negro y blanco? ¿Por qué, entonces, sintió en la retina aquel rojo penetrante?
Cada mañana, para tomar el autobús que la lleva al trabajo, María tiene que atravesar un parque. Cerca del estanque, donde nadan los patos, crecen dos arces. En la mañana del desenlace los mira de reojo, con una abierta sonrisa expectante.
- ¡Buenos días, María! -oye que dice uno de ellos.
- Buenos días, Olmo- le responde.
- ¿Porque me llamas Olmo? Soy Arce.
- No creas, existe mucho olmo disfrazado de arce.
- No entiendo lo que dices.
- Que pases un invierno inmejorable, Arce.
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