jueves, 3 de junio de 2010

Segundas partes

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Botas de la Reina Roja. Exposición:"Alicia en el País de las Maravillas" Tim Burton

Alicia miró alrededor suyo con gran sorpresa.
-Pero ¿cómo? ¡Si parece que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que antes!
-Pues claro que sí! -convino la Reina-. Y, ¿cómo si no?
-Bueno, lo que es en mi país -aclaró Alicia, jadeando aún bastante, cuando se corre tan rápido como lo hemos estado haciendo y durante algún tiempo, se suele llegar a alguna otra parte...
-¡Un país bastante lento! -replicó la Reina-. Lo que es aquí, como ves, hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio. Si se quiere llegar a otra parte hay que correr por lo menos dos veces más rápido.
Lewis Carrol, "Alicia a través del espejo".
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Sabía de memoria como sucedió la primera vez y no deseaba repetirlo: Cayó por el agujero de la madriguera del conejo a través de la cual se coló la propia Alicia. Llegó a un país desconocido que equivocó con un país de ensueño donde no fue invitada... La historia se repetía ahora de forma distinta. Los habitantes del país de la Reina Roja debían correr lo más rápido que pudieran para permanecer donde estaban porque el país se movía con ellos.
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Sin embargo, sentía de nuevo la llamada de la madriguera. En caso de que tuviera que volver a precipitarse en su interior, le gustaría llegar a algún sitio, no derrocharía fuerzas para permanecer inmóvil. ¿Y si, avanzar o no, dependía del calzado que se pusiera? No quería, al sonar las doce, tener que salir corriendo y perder el zapato que, al día siguiente, los emisarios reales probarían a todas las damas del reino. Demasiado sudado cuando llegara hasta ella. Tampoco le apetecía calzarse las zapatillas rojas y no parar de dar saltos, prefería controlar sus pasos.
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Le encantaría volver a saludar al gato. Tal vez él le indicara el camino ahora que ya sabía donde quería ir. Indudablemente, incluso cuando nos hemos perdido, a todos nos gusta que nos hagan sonreír y el gato era un gato risón pero... ¿la recordaría o, entre tanto nuevo personaje, pasaría desapercibida? Recuerdos había que, aun sin la presencia del minino, hacían que se le escapara la risa. Se alegró de que el gato la hubiera domesticado un poquito pero encerró la risa bajo llave en el baúl de los sueños porque, en ese momento, necesitaba más ritos que risas. Hay veces que el desahogo del llanto resulta más eficaz que una risa .
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Se calzó las botas de la Reina Roja, descubrió que la madriguera comunicaba el mundo exterior con otro subterráneo, ni mejor ni peor que el suyo. No se la echaría en falta. Comenzó a pensar que debía quererse más, por una vez sería egoísta. Había ya perdido bastante tiempo en otros. Respiró hondo. Notó lo bueno que es pararse a respirar profundo. Aprendió que estarse quieto lleva también a algún sitio. Supo decir no. Creció y dolió menos. Se abandonó al sueño...
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Cuando despertó seguía con las botas puestas. Al descalzarse, se emocionó al ver que cada una de las suelas tenía dibujado un corazoncito.
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2 comentarios:

Victoria dijo...

Muy interesante, tu blog, con unas imágenes muy bonitas,y un cuento,que nunca se cansa una de leer, felicidades|

Irina. dijo...

Muy amable, Victoria. Hacía mucho que no publicaba nada y no había leído tu comentario. Muchas gracias!