viernes, 11 de julio de 2008

Billete de ida y vuelta

CALLE MELANCOLÍA

Vivo en el número siete, calle Melancolía.

Quiero mudarme hace años al barrio de la Alegría.

Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía

y en la escalera me siento a silbar mi melodía.

J. Sabina

- Buenas noches, Irina, se termina tu tiempo. Debes decidir ya si te quedas en el número siete o te vienes con nosotros.

- "Nosotros" ¿quiénes sois?

- Nosotros somos tus guías ¿lo recuerdas? Hace mucho nos avisaste y acudimos en tu ayuda pero a la hora de la verdad nos pediste tiempo para hacer las maletas.

- Ya recuerdo, os hice algunas preguntas que no supisteis o no quisisteis responder, me encaminabais hacia un futuro incierto... tenía que llegar hasta él cruzando un oscuro bosque lleno de raíces y maleza. Lo intenté pero no llegué, dejasteis que cayera sin levantarme.

- Todos los futuros son inciertos. El futuro sólo es un tiempo verbal que utilizamos para hablar de algo que aún no ha llegado, es más, no existe porque si tenemos la suerte de presenciarlo, de inmediato, se transforma en presente. Y éste es aquel futuro transformado o presente, llámalo como quieras. En cuanto al bosque, lo soñaste. Soñar bosques enmarañados es uno de los miedos infantiles más comunes que sirve como excusa para no hacer algo. Y ahora, ¿tienes preparado el equipaje?

- Deberíais ser más explícitos, más naturales, menos enigmáticos. Sigo con las mismas dudas. ¿A dónde vamos?

- Querrás decir que sigues con los mismos miedos, sigues dejando escapar trenes, sigues silbando.

- Tampoco es que me hayáis ayudado mucho a vencerlos ¿no es cierto? Desde aquel pasado hasta hoy ¿dónde habéis estado?

- Presenciando como te refugiabas en la chimenea, en invierno, en el aire acondicionado, en verano y en el bienestar de los otros, en todas las estaciones. Así, el bienestar tuyo se ha escapado

- ¿Cuánto tiempo tardaría en alcanzarlo?

- Lo que tardes en preparar las maletas. ¿Nos vamos?

- En realidad, sólo estaba esperando a que vinierais a buscarme ¡Nos vamos!

miércoles, 9 de julio de 2008

Funambulismo optimista


A veces me siento
como un águila en el aire.
P. Milanés
*

ESTADOS DE ÁNIMO

Unas veces me siento

como pobre colina

y otras como montaña

de cumbres repetidas.

Unas veces me siento

como un acantilado

y en otras como un cielo

azul pero lejano.

A veces uno es

manantial entre rocas

y otras veces un árbol

con las últimas hojas.

Pero hoy me siento apenas

como laguna insomne

con un embarcadero

ya sin embarcaciones

una laguna verde

inmóvil y paciente

conforme con sus algas

sus musgos y sus peces,

sereno en mi confianza

confiando en que una tarde

te acerques y te mires,

te mires al mirarme.

M. Benedetti

Los escépticos y los optimistas se miran siempre de reojo.

Son desconfiados de nacimiento,

  • Los escépticos se burlan de los demás y de sí mismos. Se aburren de creer y no echan de menos las ausencias.
  • Los optimistas vencen el tedio y la fiebre. Aprenden del ayer y no lo borran. Conocen y reconocen que vendrá algo mejor y desde ya preparan la bienvenida.
  • Los escépticos van y vienen sin nada. Y lo que es peor sin nadie. Abrazan el pesimismo como único consuelo. Inventan una tristeza sin lágrimas dura como una mueca.
  • Los optimistas se entienden con el río y con el cielo que lleva en su corriente. Saben que allí navega la tutela más leal y más respetable, y asumen el alma como agua.
  • Los escépticos son apenas mendigos, y el tiempo que transcurre les deja sin limosna. No logran escapar del viejo laberinto y reciben mensajes que son indescifrables.
  • Los optimistas en cambio guardan a menudo algo de gloria, que no es siempre la de hoy ni la de antes. Hacen un nudo con las certidumbres y llenan su bolsillo de poesía.

M. Benedetti. "Vivir adrede"

Mil gracias a mi padre por haber sabido inculcarme el valor del optimismo, aún sin religión alguna, advirtiéndome antes de todos los riesgos que conlleva creer en la gente pase lo que pase. Mil gracias porque sí, es cierto, se sufre pero lo importante es ser fiel y confiar en uno mismo, te llamen como te llamen. Mil gracias porque algo que se asemeja mucho a este retacito de "Vivir adrede" de Benedetti lo he escuchado de mi funambulista favorito muchas tardes. Y porque hoy es mi asidero para seguir adelante.



sábado, 5 de julio de 2008

Miradas que matan


"E investigo,

ya sé que, a veces, no hago todo lo que digo

pero resuelvo siempre bajo el aguacero

aunque me tenga que mojar."

"Sobrevuelo" Lagarto Amarillo

Y esta es una de las veces, el mes de julio no iba a tener entradas. No obstante, después de lo que cuente, comprenderéis...
.
Sucedió anoche, estaba leyendo en la terraza del jardín a la luz de una farola, con la única compañía de mosquitos y polillas, cuando vi volar un enorme pájaro blanco que vino a aterrizar en una acacia situada frente a mí. Al principio pensé que era una lechuza, son muy habituales por aquí. Al no tener ni prismáticos ni cámara, cuando me acerqué, no sin recelo por mi parte aunque no por la suya, pude comprobar que se trataba de un búho de mirada amarilla y penetrante, como la de cualquier otro búho, pero con la particularidad de tener el plumaje blanco con algunas motas grises. Puede que se tratara de un ejemplar albino, no es el hábitat natural de un búho níveo. ¿Qué se le habría perdido por allí? El encantamiento duró poco, sus ojos se clavaron en los míos por unos segundos, más tarde me ignoró, giró su cabeza a uno y otro lado como tratando de elegir nuevo rumbo y con la misma elegancia con la que se había posado en el árbol volvió a remontar el vuelo.

Desde siempre me atrajeron las aves nocturnas, cuando niña tuve la suerte de "criar" una lechuza, o "coruja" como aquí la llaman, que llegó una noche hasta casa, herida por el disparo de un cazador, hasta que murió y tuvieron que disecarla para que no la echara de menos pese a que por esta zona se cree que, tanto lechuzas como búhos, son aves de mal agüero que anuncian muertes con su ulular, pero a mí por aquella época, además de la lechuza, nadie se me murió.

Hoy investigué. En las leyendas europeas, las apariciones repentinas de estos animalitos tienen dos vertientes: la de los antiguos romanos en la que anuncian muertes de familiares y la de los griegos que asocian estas aves con Atenea y, por tanto, vienen a darte fuerza y sabiduría para que seas capaz de resolver algo (ni que decir tiene que prefiero la segunda, además siempre me cayeron mejor los griegos que los romanos). Y para algunas tribus o para los chamanes, los espíritus pueden reencarnarse en búhos para traer mensajes del más allá.

No he encontrado nada que hable sobre sortilegios de búhos blancos aunque se da la coincidencia de que, desde hace seis años, yo no me separo nunca de un precioso búho blanco de peluche que me regalaron por mi cumpleaños.